En mis viajes me encanta utilizar el transporte público de los lugares en los que me encuentro. Es una manera muy recomendable de conocer una zona, de sentirse un habitante más mezclándose con la población de origen.
En mi viaje a Cerdeña estaba alojada en Alghero. Es una ciudad que en su estación de tren sólo realiza un único trayecto (Alghero-Sassari, Sassari-Alghero). Sassari es la capital de la provincia del mismo nombre situada al noroeste de la isla. El viaje ida y vuelta entre las dos ciudades cuesta 3.80 euros. Ese tren es toda una experiencia, consta de un único vagón en caso de mucha demanda ponen dos vagones. Al subir al enano vagón tienes la sensación de estar realizando un viaje en el tiempo o de formar parte de una estampa surrealista de alguna película de Fellini. Diminutos asientos de skay rojo que malamente permiten que dos personas delgadas se sienten. Veras como tus rodillas dan con las rodillas de la persona que se sitúe enfrente de ti. El aire acondicionado es ventanilla bajada, ventanilla subida...Pero es un gusto fisgonear el paisaje sardo a través de sus cristales y sentir el aire cálido rozándote la cara.
En Sassari toca hacer transbordo y buscar la estación de autobuses para ir rumbo a "Castelsardo" con billete de ida y vuelta de 5.50 euros. Este municipio esta situado en el golfo de Asinara a 30 Kms de Sassari. El viaje en autobús es una delicia entre olivos, montones de vides y pueblos escalonados. A no ser por el stress que me genera el conductor que va continuamente hablando por el móvil o escribiendo whatsappss. Es una sinfonía de curvas, rectas, rectas, curvas. Y en uno de estos giros inesperados al finalizar una curva vas a soltar una exclamación porque descubrirás a Castelsardo.
Flamante, imponente, desafiante, rodeado de mar. Y vas a ir pasando por su puerto, por su pequeña y encantadora playa. Subiendo, subiendo, por su calles empinadas y sus casitas escalonadas y coronándolo todo su famoso castillo, el castillo de los Doria.
Aunque es la hora de comer decido subir al castillo para ver lo que imagino serán unas magnificas vistas. En un momento determinado la subida me da dos opciones o continuar por la carretera principal o explorar un caminito que sale a la izquierda. ¡Voy por este último, qué maravilla! Un camino en acantilado, como colgada sobre el mar y a la derecha observándolo todo el castillo. ¡No se puede describir las sensaciones que genera ese paisaje!
Aprecio lo que puede ser una iglesia o una ermita, continuo escalando y al llegar arriba, de nuevo otra sorpresa. Descubro que es un pueblín dentro del recinto amurallado, perfecto, bien conservado, pintoresco. Donde la gente sentada a la puerta de su casa fabrica artesanalmente cestos, fuentes...etc
Recorro sus callejuelas. Escaleras arriba, escaleras abajo de piedra. Sus balcones, sus puertas. Mirar, mirar y no parar de descubrir. Foto, foto, miles de fotos. Me recreo. Me doy cuenta de que ha pasado mucho tiempo y no tengo nada de hambre.
Es un continuo disfrutar. Vistas, paisajes, interiores, exteriores...etc. Bajo la cuesta llena, bajo y bajo para recuperar de nuevo las vistas al mar, al puerto, al pueblo...
¡Increíble Castelsardo!. ¡Increíble Cerdeña!.
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